Petra
Las gigantescas montañas rojas y
los inmensos mausoleos de un tiempo perdido poco tienen que ver con nuestra
civilización moderna, y no piden más que ser apreciados por su verdadero valor:
como una de las mayores maravillas jamás creadas por la Naturaleza y el Hombre.
Aunque han corrido ríos de tinta
sobre Petra, nada nos prepara en realidad para este impactante lugar. Hay que
verlo para creerlo.
Denominada a menudo como la
octava maravilla del mundo antiguo, Petra es, sin ninguna duda, el tesoro más
preciado de Jordania y su atracción turística más importante. Es una enorme
ciudad excavada por completo en las rocas por los nabateos, una tribu árabe muy
trabajadora que se estableció en la zona hace más de 2,000 años y la convirtió
en una importante ciudad de paso que unía las rutas de la seda, las de las
especias y otras que conectaban a China, la India y el sur de Arabia con
Egipto, Siria, Grecia y Roma.
La entrada a la ciudad se realiza
a través del Siq, un estrecho cañón, de un kilómetro de longitud, rodeado por
acantilados que se elevan hasta los 80 metros de altura. El simple hecho de
caminar a través del Siq es una experiencia inolvidable. Los colores y las
formaciones de las rocas son deslumbrantes. Cuando llegue al final del Siq
vislumbrará por primera vez la fachada llamada Al-Khazneh (el Tesoro).
Es una experiencia imponente. Una
inmensa fachada, de 30 m de ancho y 43 m de alto, excavada en la cara rocosa de
rosa pálido eclipsa todo a su alrededor. Se construyó en el siglo I como la
tumba de un importante rey nabateo y es una muestra del talento para la
ingeniería de este antiguo pueblo.
El Tesoro es la primera de las
muchas maravillas que se encuentran en Petra. Necesitará al menos cuatro o
cinco días para conocer la ciudad a fondo. Según se accede al valle de Petra,
el visitante quedará sobrecogido por la belleza natural de este lugar y su
impresionante arquitectura. Existen cientos de elaboradas tumbas excavadas en
la roca con complicados grabados que, al contrario que las casas, que fueron
destruidas por el terremoto, se construyeron para durar toda la eternidad y 500
han sobrevivido, vacías, pero irremediablemente cautivadoras al pasar por sus
oscuras entradas. También hay un gran teatro construido por los nabateos de
estilo romano, con capacidad para 3.000 personas. Hay obeliscos, templos,
altares para sacrificios, calles con columnas y, a gran altura, dominando el
valle, se eleva el impresionante monasterio Ad-Deir, una subida de 800 peldaños
excavados en la roca llevan hasta él.
En el interior del sitio también
se pueden encontrar dos estupendos museos; el Museo arqueológico de Petra y el
Museo nabateo de Petra. Ambos cuentan con un gran fondo de piezas procedentes
en la región de Petra y ofrecen una visión de conjunto del colorido pasado de
Petra.
Un santuario del siglo XIII,
construido por el sultán mameluco Al Nasir Mohammad para conmemorar la muerte
de Aarón, hermano de Moisés, se puede contemplar hoy en día en la cumbre del
monte Aarón en la zona del Sharah.
Dentro del recinto, varios
artesanos de la ciudad de Wadi Musa y del cercano asentamiento beduino montan
sus pequeños puestos para vender artesanía local, como cerámica y joyería
beduina, además de botellas de arena de colores de la zona.
No se permite el acceso al
recinto a vehículos motorizados. Si no le apetece andar, alquile un caballo o
un carruaje tirado por caballos para recorrer el Siq, de 1 kilómetro de
longitud. Para las personas mayores o discapacitadas, el Centro de visitantes,
situado cerca de la entrada al Siq, otorga un permiso especial (por un precio
adicional) para su traslado hasta el interior de Petra y la visita de las
principales atracciones. Una vez dentro del recinto, puede alquilar un burro o,
si busca un poco de aventura, un camello. Las dos opciones incluyen el
acompañamiento de un cuidador y recorren las rutas del sitio.
Petra se fundó alrededor del
siglo VI aC, por árabes nabateos, una tribu nómada que se asentó en la zona y
sentó los principios de un imperio comercial que llegaba hasta Siria.
A pesar de los sucesivos intentos
por parte del rey seléucida Antigonus, del emperador romano Pompeyo y de
Herodes el Grande de tomar Petra para sus respectivos imperios, la ciudad
siguió en poder nabateo hasta aproximadamente el año 100 dC, cuando los romanos
se hicieron con ella. Permaneció deshabitada durante el periodo bizantino,
cuando el antiguo Imperio Romano fijó su interés en el Este, en Constantinopla,
pero después, su importancia descendió.
Los cruzados erigieron un fuerte
aquí en el siglo XII, pero pronto se retiraron, dejando Petra bajo el control
de la población local hasta el siglo XIX, cuando el explorador suizo Johann
Ludwig Burckhardt volvió a descubrirla en 1812.
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